Siento pánico a llevar la cámara a la playa, pero sabía que un día tenía que armarme de valor y hacerlo, así que cuidadosamente la envolví, primero en una bolsa para congelados, posteriormente en otra bolsa para congelados, luego en una bolsa de plástico normal con unos doscientos nudos en sus asas, esta iba metida dentro de una ecobolsa de tela y todo cuidadosamente dentro de mi cesta de mimbre para la playa, ese día habíamos decidido pasar el dia en plan salvaje niños, sombrilla y comer en la playa, claro está el mejor sitio estaba reservado para mi cesta de mimbre y junto a ella una especie de ogro con instintos asesinos, para aquel o aquella que osara a levantar un granito de arena en las cercanias de mi reino. Ahora ya puedo contar con orgullo que el resultado fue favorable, mi cámara está viva y los niños también. El dia se torció un pelín y resultó con un poniente molesto que hizo que nos nos pudiéramos quedar hasta el atardecer que era la hora que yo buscaba en principio, primero por la luz y segundo porque para entonces la marea estaría baja y habría sido un paraíso para la cámara.

Junto a las dunas crecen algunas plantas, muy pocas, el viento se empeña en jugar con ellas y ellas coquetean danzando a su son.
Aquí paso el verano desde hace muchos años, esta playa está entre Islantilla y Isla Cristina. Me gustó ver a este grupo de señoras paseando desde lejos, lo gracioso es que cuando se acercaron, la primera de la derecha es mi vecina :o) venían andando dando un paseo desde Isla Cristina.
No siempre sucede, pero a veces cuando baja la marea, deja unos pequeños laguitos en la arena que hacen las delicias de los niños, yo recuerdo pasar horas jugando en ellos, ya que cuando el agua estaba fria, el sol calentaba rabioso "los charquitos"