Nunca había sido muy amante del otoño, digamos que era la estación de relleno. El verano gana en mis prioridades, ya que soy completamente acuática y disfruto estando en remojo. El invierno, por su romanticismo, por la Navidad que siempre me ha apasionado. Me gustan los adornos, las luces, las brillantinas, las campanitas tintineantes, los villancicos, la ilusión del día de reyes... buf, nunca me cansaría de comprar adornos y más adornos navideños, menos mal que se controlarme. La primavera, pues porque tiene fama, y porque es preludio del verano y se que en esos momentos ya falta menos para poderme echar en remojo como los garbanzos. Pero el otoño, siempre lo ha tenido muy complicado para ganarse mi simpatía.
Ahora he aprendido a amar, las hojas que caen, que son levantadas por el viento o por los coches en las grandes avenidas. He aprendido a amar los ocres, los naranjas, las luces brillantes del sol después de la lluvia, la atmósfera limpia, las calabazas, las castañas. Verdaderamente esto, ha sido un descubrimiento para mi.
Me encanta la calabazona. Yo sí soy amiga del otoño, la estación que me vio nacer. Me alegro de que te encuentres bien en ella, y, especialmente, de que tu talento sepa sacarle un partido tan lleno de poesía. Sigue haciendo esas fotos tan maravillosas.
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